Entre las Yeguas flamencas del Apocalipsis se encuentra la iconografía del cipple, que nos recuerda que no sólo a los “discapacitados” se les signa en la piel/ útero la marca de bastardía -rubrica inequívoca de su supuesta naturaleza de diferencia biológicojurídica-, sino a todo un conjunto de sujetos que se mantendrán fuera de la norma, es decir, bajo “encierro”. A partir del s. XIX se evidencia una búsqueda incesante de signos biológicos, rasgos anatómicos o signos “psicosomáticos” de la diferencia. Ya nos recuerda Foucault en su curso Los anormales (1974-1975), que la sordo-mudez, la ceguera, los retrasados, nerviosos y desequilibrados; pasan en este opresivo siglo a inscribirse también -o mejor dicho, ser inscritos- dentro de la gran familia indefinida y confusa de los anormales -y más concretamente en uno de sus elementos de constitución, “el individuo a corregir”-. Así que dentro de este grupo marginal, dentro de la marca bastardía, encontramos a un elenco de artistas del flamenco que vieron en esta forma de vida nacida en Andalucía una casa o refugio de expresión exacerbada y (auto)afirmación por medio del arte y la estética flamenca. Y justamente en éste punto de nuestra genealogía somatopolítica del cuerpo flamenco, encontramos a La Niña de los Cupones (sordo-muda), Enrique el cojo (tullido), La Niña de la Puebla (ciega) o Reyes Vergara (con síndrome de down) entre otros.
Esta bailaora es uno de los casos insertos dentro de las actuales revoluciones somatopolíticas[1], aunque como sabemos movimientos de contestación de este tipo cristalizaron en el flamenco ya desde sus inicios, con los espectáculos de El Mate sin pies en los primeros años de eclosión del flamenco, José León La Escribana o los travestis desnudos de La Criolla de Barcelona. El caso concreto de esta bailaora nos une además a la aparición, a mediados del s. XX, de nuevas técnicas de construcción del cuerpo y la subjetividad denominadas “neoliberales” -o como las denomina Beatriz Preciado “fármaco-pornográficas[2]-. La Niña de los Cupones o Mª Ángeles Narváez perdió la audición -o como dice ella se adentró en el mundo del silencio- con sólo seis años, a causa de un producto farmacológico contra la tos ferina que le mato el nervio auditivo, teniendo audición nula en su oído derecho y sólo treinta decibelios en el izquierdo. Y justamente así, 30 Decibelios es como se llama su primer espectáculo en solitario, que presentó en la XV Bienal de Flamenco de Sevilla en el año 2008. Su arte consiste en transmitir otra “verdad” de lenguaje, hacer flamenco para sordos y oyentes de forma igualitaria integrando así la lengua de signos en sus espectáculos. Según ella las barreras se manifiestan en las mentes de la sociedad, pero no en ella, que no considera que el mundo haya de tener barreras, y desearía que se crearan seres humanos que fueran capaces de suprimir todas las fronteras que existen o pudieran existir[3].
Es la bailaora en el silencio y para la que sus sonidos son el ruido más fuerte, un silencio al que la “desclaso” la farmacología y la encuno la prótesis. Prótesis que se unen a la idea del cuerpo cyborg o protésico, no sólo de la feminista Donna Haraway, sino de Clynes y Kline o el propio Mcluhan, prótesis que la mayoría de las veces priorizan la función sobre la semejanza mimética en relación al cuerpo de “los poseedores del Falo”, pero que a su vez son la insignia de su anomalía. Estas se nos presentan como audífonos, prótesis ortopédicas, prótesis quirúrgicas o toda clase de objetos-órganos-miembros que obligan al individuo “discapacitado” a mimetizarse con la norma. Sin duda es un hecho fascinante y pocas veces apreciado, la existencia de tecnologías y fármacos al servicio de la producción de cuerpos “normales”, es decir, tecnologías que persiguen la normalización estética del cuerpo cripple o “inválido”. Estas no solo han de buscar la comodidad o mejora de la “invalidez”, sino la normalización del cuerpo de dichos individuos que queda implícita en el proceso estético de transformación o adhesión del mismo.
La Niña de los Cupones rompe estas normas produciendo contra-ficciones somatopolíticas al introducir, no sólo el lenguaje de signos (que ya en sí dinamiza la norma “lingüística” de lo establecido) sino, y esto es aún mas curioso, haciendo que la tecnología reproduzca la voz de camarón que llegando a ella por medio de la acústica re-interpreta de forma única. Introduce al espectador en un campo de lucha contra dichas técnicas del régimen noeliberar para encontrar por medio de las contra-ficciones o revoluciones estéticopolíticas su “verdad” de sujeto humano.
La Niña de los cupones, XV Bienal de Flamenco de Sevilla (1ª parte)
[1] Estas revoluciones somatopolíticas, ligadas a su vez a la idea de genealogía, y la división de periodos ligados a un determinado régimen somatopolítico -aplicada en nuestro caso al flamenco-, parte de los estudios de Beatriz Preciado relativos a la idea de “cuerpo impropio”. (PRECIADO, Beatriz. “Genealogía somatopolítica y marcos de inteligibilidad corporal: del cuerpo soberano al cuerpo biopolítico”, “Control farmacopornográfico y condición neoliberal: cuerpo para el capital” y “Revoluciones somatopolíticas: cuerpos feministas, queer, trans y cripple-queer”, Ciclo de conferencias Cuerpo Impropio. Guía de modelos somatopolíticos y de sus posibles usos desviados, Sevilla, Universidad Internacional de Andalucía, 2- 4 de noviembre de 2011.
[2] PRECIADO, Beatriz. “Revoluciones somatopolíticas: cuerpos feministas, queer, trans y cripple-queer”, Ciclo de conferencias Cuerpo Impropio. Guía de modelos somatopolíticos y de sus posibles usos desviados, Sevilla, Universidad Internacional de Andalucía, 2- 4 de noviembre de 2011.
[3] Entrevista a La Niña de los Cupones realizada por Memevisual, 27 de Febrero de 2011. http://www.youtube.com/watch?v=kv9tnowalEY.
Blog de Alicia Navarro
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