¿Quién es capaz de reírse ahora de la maldición gitana de la gran Remedios Amaya? Ella ya sabía que sería Europa quien manejaría la banca hacia la deriva. Es lo mismo una maldición gitana que la adicción flamenca a quedar siempre de comparsa.
Los flamencos se empeñan en seguir haciendo de relleno en festivales y concursos musicales de televisión.
Cientos de grupúsculos de baile de niñas y adolescentes, los múltiples cuadritos flamencos unifamiliares que terminan exponiendo al niño, y hasta el Caraoscura, han pasado por la trituradora del oráculo de la tele y la radiobasura, sin darse cuenta de que eran pinchitos de cañón, la infantería del pueblo jaleada a convertirse en bulto, en puro relleno musical.
Y en los noticiarios pasa lo mismo: cuando el asunto puede ser escabroso y delicado de explicar llanamente, siempre se hacen comparaciones donde se recurre a Andalucía, con el fin de no ofender a terceros, sencillamente por ser Andalucía el más simpático de los territorios.
No se lo crean, porque somos relleno, o como dice un cartel de la playa de Bolonia: zomos Ruinas Romanas. Escombros.
Cuando falleció Fernanda de Utrera, el telediario nacional lo refirió usando imágenes de la artista como relleno de los títulos de crédito del propio informativo. A la mujer no le dio tiempo ni a abrir la boca, porque cuando iba a arrancarse en la grabación de archivo, se terminaron las letras pequeñas y el telediario. Así que siempre dura más en pantalla cualquier aurresku inaugurando una pamplina, que el miniduelo audiovisual de una cantaora histórica muteada . Igualito que cuando se murió la Oum Kalthoum, lo mismo.
¿Quién es capaz de reírse ahora de la maldición gitana de Remedios Amaya?
Con el Ay, ¿quién maneja mi barca?, que a la deriva me lleva… es demasiado fácil sustituir “barca” por “banca”, pero en la deriva pueden ustedes escoger las orillas de destino o las fronteras insalvables que deseen, incluso las laborales, porque somos relleno, y ya no se dice “gente” sino que se sustituye políticamente por la palabra “público”.
En documentales artísticos sobre matanzas industriales de cerdos se rellenan las imágenes del tránsito del animal con el sonido de una seguiriya; la novela La Colmena empieza rellenándose con un gitanito esquizofrénico que canta; escenas del cine mundial se han rellenado con un cante o un baile flamenco; el mismo musical West side story no deja de ser un cante jondo estirado al máximo; la campaña audiovisual de la candidatura olímpica 2020 del Madrid de la Botella se ha rellenado con flamenco; los compositores románticos europeos que rellenaron España no vinieron a ver y oír la patum-patum catalana… pero somos relleno del relleno: el flamenco es relleno del relleno andaluz que separa los tabiques vascos y catalanes, que reciben todo el lustre y se embellecen culturalmente. El flamenco es puro poliuretano, una espuma aislante anaranjada que se infla en el enclaustramiento.
Sólo hay que oír la radio nacional musical de Radio 3 para saber que el andaluz no es nadie. Nos están bombardeando desde hace dos años con un pop indie-ñoño cantado en catalán, a todas horas y en cualquier programa de la parrilla… ¡que sí, que sí… que Antonia Font son los Wilco de Gramanet o del gramo neto, y Oliva Trencada están muy bien, pero podrían equivocarse y pinchar a Tabletom, 713avo amor y a Pony Bravo también seguidamente a las ocho-nueve-diez y once de la mañana.
Dicen que el cante y los toros están pasados, se trata de un comentario tipo propio del ignorante que se ahorra esfuerzos intelectuales, porque más antiguos que el flamenco y la tauromaquia son por ejemplo los Antones Reixas, Alaskas, Ramoncines y Fermines Muguruzas que cantan más que la pelota de un futbolín, y que llevan rodando un milenio tocando todos los palos.
Quizás sea porque el flamenco se ha estereotipado ya como la música que se le pone a los anuncios institucionales del aceite virgen de oliva, y a los stands de las ferias internacionales del turismo sexual.
¡Zacatón, zacatín!
Blog de David Pielfort.
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