Dicen que el alcohol es un depresivo, pero lo que deprime realmente es la gente que te rodea en el bar. Pues el Flamenco es igual de deprimente, porque la mayoría de sus intérpretes no tienen talento, son poco salerosos y no resultan nada atractivos. Hay hecho un estudio que lo demuestra en América, aunque le faltan datos; pero el espectador ya se había dado cuenta mucho antes y ahora no vuelve a por más.
Ha pasado con el cine español, con el rock español, con el rap español, con el porno español, con la poesía española, con la democracia española… así que el negocio ya se restringe a Madrid, donde se suceden los incautos espectadores que rellenan sus cines, teatros y salas en los días de sus respectivas comunidades autónomas.
¿Quién quiere ver bailaoras que no se ven desde la butaca de la primera fila, o a jugadoras de baloncesto defendiendo y guardando la zona? ¿Quién se cree la impostada seriedad de bailaores que se yerguen como espárragos temblones en la cuneta de una autopista de peaje?
Todos aparentan seguir la vieja escuela de la senda del puño del tigre, imitando la simetría del tigre en la selva de focos, pero son sólo espárragos llenos de polvo de la carretera y que han sido meados por los perros de los vecinos que caminan contra el colesterol. Y eso no se lo come nadie, aunque la tropa entera llene de espárragos sus cubitos de plástico azul y después trate de venderlos en el pueblo.
Cuando la señora De Charlestón se compró veinte trajes para la ocasión musical no podía saber que el señor Charlestón yendo por tabaco desaparecería hasta de la radio. ¿Qué es la Radio? Pero la pérdida del ARTE no se debe achacar siempre al paso del tiempo en el gusto popular y de la mercadotecnia. Vale que el dueño de los planos de las pirámides desapareciera perdiéndose en alguna oficina de urbanismo, pero hoy día seguimos teniendo grandes obras de ingeniería que son tumbas políticas o sus metáforas históricas. Es el ejemplo de que el Arte no se pierde, sobre todo cuando se tiene; pero muchos padres del Flamenco no se lo dijeron a sus deslumbrados hijos, no les dijeron que no tenían el don ni la gracia, ni que estaban cagados, pero increíblemente los negados no paran de figurar porque el trabajo como el poder simplemente se hereda.
Pero yo no aplaudiré, porque tú no-ere-tu-pare, como le dijo un bodeguero comunista al hijo anarquista de otro bodeguero.
Nunca me gustó la expresión “España es un país de pandereta”, porque la pandereta no sabe tocarla cualquiera, porque la pandereta es un instrumento sinfónico, porque las gitanas las adornaban con cascabeles y cintas de colores, y porque Turina pintó sobre una pandereta un rostro flamenco que hoy ilustra una marca de vino manzanilla. Por todo eso digo que la famosa España ortegassetiana de las palmaditas existenciales con rehiletes en la espalda NO era de pandereta -que al menos hubiera tenido pellejo y futuro para los cabreros- sino de aplausos podridos. Aquí se aplaude la nada, se aplaude a los muertos, se aplaude en el cine, cuando aterrizan los aviones, hasta se aplaude cada poema en los recitales, hay plazas de toros donde se aplaude durante el paseíllo, se aplaude pelando un langostino con una mano y sosteniendo una cerveza con la otra, se aplaude al que se cae y se mata, se aplaude el vuelo de las palomas, se aplaude al niño chico estreñido cuando estalla, se aplaude a los fuegos artificiales, aplauden los pasajeros desde los trenecitos turísticos, se aplauden los crepúsculos en las playas, al telediario, a las procesiones religiosas de sacos de arena (en el ensayo abstracto de la Semana Santa) y hasta a los objetos inanimados -pero sagrados- que todos los años entorpecen la vida corriente y la urbanidad laica.
Y ahí tenemos a la gente aplaudiendo a los balcones de los políticos, tenemos las fotos de el príncipe y el mendigo: del presidente Aznar y un chiquillo nuevo en escena, sonrientes, compartiendo ambos serias ponencias, debates, comidas y congresos… ¿quién es ese niño faetón? Se trata de la aparición flamenca de un nuevo político y artista llamado el Pequeño Nicolás, que metido a espontáneo diplomático y miembro del CNI le ha dado la mano hasta a Felipe VI de España en el mismo día de la coronación, y encima ofrecía asesoramientos, trabajos y contactos en las altas direcciones de la una y grande y Busca.
Pues lo mismo es lo que pasa en el Flamenco democrático.
Vale que no tenemos Wall Street pero tenemos la Torre Triana; vale que no tenemos orquesta en la ciudad pero tenemos un montón de músicos mendigando por las plazas; vale que se despidan a los cantantes, al coro y al equipo escénico de la plantilla de la ópera pero que se conserven los puestos de los administrativos y conseRjeros que son amigos de la ópera; vale que el conjunto palaciego de La Alhambra sea universal pero NO el patrimonio de la taquilla -cuyo edificio tiene más metros cuadrados que muchos colegios- y que es el misterio de unos pocos políticos; vale que Los Planetas eran muy buenos hasta que se metieron con lo del flamenco (sic); vale que El Camarón y El Torta se murieran fatalmente sin tiempo de hacer ciertas porquerías editoriales… ahora que venga Iwasaki o Isaki Lacuesta y lo dirija … que venga otra artista y lo fragmente, digo se adhiera a todo el cuerpo flamenco deprimente… que venga el logopeda que te enseñe a cantar… el crítico de El País y del ABC… que venga otra doctoranda del corta y pegue… que vengan tecleando con un dedo las mismas citas e idénticos aparatajes críticos, también pueden venir los flamencólogos tristes con los coleccionistas de seguiriyas y vecinos musicales… que venga otro y meta el Flamenco en el currículum escolar para terminar de matarlo y que los chavales lo odien para siempre como a La Celestina… y que el resto de asignaturas se sustituyan por cada una de las religiones del mundo, y que se den todas en catalán… vale que una holandesa con una txalaparta de pizarra imparta clases de flamenco en Uganda… ¡Cómo deslucen…!
Blog de David Pielfort.
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