11.Nov.2013 LA RISA EN LOS HUESOS DEL MUERTO. FLAMENCO Y CINE DE VANGUARDIA (PARTE I)

Berger-Blancanieves

Melancólicos payasos, tullidos, enanos, monstruos humano, travestis, negros, locos, gitanos.., en definitiva “anormales” que vivían en la bohemia, el margen o el mundo circense como seres desclasados, son estéticamente hablando los auténticos individuos de la modernidad. Kiki es presentada como atracción central del circo de los monstruos. Gira frenéticamente alrededor de Pierrot, con flor en el pelo, collar largo de cuentas y vestido blanco de lunares a medio camino entre un traje de faralaes y el último grito de la moda parisina de los años 20 [1]. Es el contrapunto perfecto del melancólico payaso. Ya en el siglo XIX Gautier emparentó la figura de arlequín o polichinela con el bandolero español, éste sería el equivalente masculino a la bailarina española por la profusión con la que aparece en el primer arte de vanguardia. De todo este elenco de personajes en el margen, los pertenecientes al lumpen andaluz tenían un lugar predilecto como seres nacidos en el reducto de una sociedad retrasada, misteriosa y aun regida por la voluptuosidad de los instintos.

Ya decía Marx, que era la unión de las clases peligrosas. Un grupo social que se separaba de las clases bajas de trabajadores y constituía lo peor, de lo peor. Siendo estos “libres”, “comprables” y “corruptibles”. Una masa no productiva por cuyas prácticas asóciales Marx situó fuera del sistema capital, “el partido de las fulanas y los gitanos, a él sólo acuden la descontenta masa campesina, iluminada y esotérica, mística y alocada, o esos sarnosos limpiabotas, mendigos y sicarios, que inevitablemente son tan enemigos del proletariado como la Reacción (…) Cuando el Proletariado triunfe deberá aplastarlos”[2]. Pero estos sujetos “raros”, estos anormales, no sólo fueron desclasados por el capital, sino lo que es más grave y atenta a la propia noción de individuos, por la norma. A finales del s. XIX, por el temor que estos individuos del margen generan en la hipócrita sociedad burguesa, se crean todo un conjunto de instituciones de control (mecanismos de vigilancia y distribución) que buscan masivamente signos biológicos, rasgos anatómicos o signos “psicosomáticos” de la diferencia para apartarlos, desclasarlos e inutilizarlos.

Estos quedan así integrados en esa gran familia indefinida que Foucault denomina anormales. Nuevos sujetos bautizados como anormales, como monstruos humano, que entran en la escena artística de la vanguardia como referentes de modernidad, teniendo el flamenco un lugar privilegiado al extrapolarse a su vez al concepto de hampa. Según mis investigaciones en base a Bataille, más concretamente su artículo La felicidad, el erotismo y la literatura (1949) publicado en la revista Critique, el lumpen protoflamenco se inserta dentro de dicho concepto, es decir, que constituye uno de los dos únicos agentes[3] que escapan al dominio de la razón, y por ello se encuentran fuera de la ley, perdurando como reductos del pasado y escapando al control de dicha razón por su violencia taimada. Siendo ésta la causa principal para el desarrollo de las formas culturales autónomas del flamenco. Lo que hace que el flamenco sea síntoma de modernidad además de símbolo, al contrario que los personajes de la bohemia que sólo se traducen estéticamente como símbolos, pero que a su vez producen un diálogo realmente interesante al unirlos en películas como El Dorado (1921) o La barraca de los monstruos (1924).

Nos encontramos frente a creaciones cuyo contrapunto musical elegido son más propios del teatro mecánico, el circo o carrusel que nos transmiten un símbolo de lo flamenco, pero no tanto lo flamenco[4]. Porque bajo este frenesí de ritmos vanguardistas, el flamenco no es del todo flamenco -o quizás lo es más que nunca-, es una ventana al imaginario de una tierra mítica. Una música que nos sitúa en el quicio decadente y perverso de un umbral de imaginarios encontrados con tintes marginales y maravillas embotelladas en el laboratorio de la vanguardia. “el corazón de un torero guardado en un frasco de alcohol”[5], pero no junto a la arena del coso dónde llegan los ecos de la risa en los huesos del muerto. Sino en la estantería de aquellas ferias circenses de objetos y personajes raros, junto al féretro de la Blanca Nieves andaluza, donde reposa lúgubremente su cuerpo de torero.

 La Barraca de los monstruos (1924)

 


[1] Escena perteneciente a la película de Jaque Catelain La barraca de los monstruos (1924).

[2] Para más información: G. ROMERO, Pedro. “el sol cuando es de noche. Apuntes para habilitar una poética y una política entre flamencos y modernos, sitio paradójico”, VV/AA. Catálogo de la exposición: La Noche Española, vanguardia y cultura popular 1865-1936, Madrid, MNCARS, 2008.

[3] Los reyes y el hampa son los dos únicos agentes que escapan a la razón según Bataille. Recogido en el Estudio II “El hombre soberano de Sade” y que se inspira en el artículo publicado por Georges Bataille en la revista Critique, bajo el título de Le bonheur, l´érotismo et la literature (nº. 35, abril de 1949, y nº. 36, mayo de 1949). BATILLE, Georges. El erotismo, Ensayo Tusquets Editores, Barcelona, 2005.

[4] Sólo aplicable a estas creaciones cinematográficas de los primeros años del arte de vanguardia, y teniendo en cuanta que no participan bailaoras o bailaores profesionales en dichos filmes. Ya que no es cierto que el baile de Escudero con “música” de motores penetra por los ojos (punctum) constituyendo un síntoma de pleno derecho.

[5] NOEL, Eugenio. “Lo que hay en los bailes de Pastora Imperio”, Escenas y Andanzas de la Campaña Antiflamenca, F. Sempare y Cía., Valencia, 1915.

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SOBRE EL BLOG
Encendiendo la mecha

 

Blog de Alicia Navarro

AUTOR: Alicia Navarro
Alicia Navarro (1982). Nacida en tierra andaluza y versada en pirotecnia cultural más allá de sus fronteras. Hoy en la boca de España se presenta -cartucho en mano- una minera, pensadora y libertaria cultural. Que ve los estudios flamencos como masas metalíferas o pétreas que hay que dinamitar. Cuya mecha sea el pensamiento y los estudios culturales su dinamita. Historiografía artística, literatura, estética, antropología, feminismo o practicas queer entre tantos otros... ¡Saquemos las vírgenes travestis a la calle! Flamecamp entra en escena.
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